Considero que una faceta importante para lo que debe ser un
“creador”, o a fin de cuentas, un “ilustrador” es la estética y la atmósfera
adherente a un estilo. Conseguir formas bonitas, exóticas o atractivas puede
ser un trabajo arduo que requiera de imaginación y dedicación, pero el saber
complementar increíbles diseños en portentosas escenas es ya algo digno de
algunos maestros de lo intradiegético. Uno de ellos es Wayne Barlowe.
Me encontré con su obra casi sin querer, en alguna
presentación que forma ya parte de la historia del tiempo. Lo único recuerdo
que me sobreviene es el de sobrecogimiento cuando ante mí se mostraron las
preciosísimas páginas de una de las obras más conocidas del autor; Barlowe´s
Inferno. Esta es una representación de la vida en los 9 anillos del infierno
dantesco, una revisión de lo que serían los pecados originales y de las
horripilantemente majestuosas criaturas que moran el
mundo.
Los hijos de Barlowe son seres rotos. No es solo que en
cuanto a lo estético se muestren casi como reliquias, sino que inclusive a un
nivel metafórico las monstruosidades representan los miedos más acérrimos del
autor. Con unos planos cinematográficos presenta a sus personajes casi como si
fueran el villano de alguna historia, cada criatura parece ser más importante
que la anterior y en algunas ocasiones la escenografía acompaña a las figuras,
representando imágenes Caravaggistas, de tintes oscuros y con un coloreado en
digital que transmiten una oclusión única. Cuando leía ensimismado a través de
las páginas de Barlowe´s Inferno descendía hacia lo más profundo de la mente
del ilustrador. A cada etapa los diseños se hacían más orgánicos y mal
salvajes, como un pecado más puro, de esos que desollan la piel y exponen el
instinto más salvaje del ser humano.
Algunos personajes resultan ser terriblemente viscerales,
pero se respira alrededor de ellos un culto y una pasión que te hacen darte
cuenta de lo tremendamente poderosos que son, seres más allá de la compresión y
tan antiguos como el tiempo mismo. No es de extrañar que en su base Barlow
tenga mucho de H. P. Lovecraft, al final el terror cósmico es la herramienta
más efectiva a la que recurrir a la hora de crear figuras que escapen de la
comprensión.
Pero Barlowe no solo bebe del autor del Necronomicon a la
hora de crear su imaginario, pues también rinde culto en sus dibujos a la
tragedia griega, a los dioses mitológico y a los colosos que rigen bajo las
montañas del mundo. Es un autor de una increíble destreza visual y una técnica
envidiable con el grafito. Controla el pulso como solo el sabe y logra al
final, crear arte y expresión con sus diseños, metáforas en forma de seres de
las profundidades más insólitas o los mundos más lejanos que uno se pueda
imaginar. Y al final, eso es lo que cuenta, el poder de transmitir, de beber de
lo clásico, de las historias arraigadas en el pensamiento colectivo y
deformarlas hasta que no puedas dejar de admirar sus formas, sus sombras, sus
vicisitudes metafóricas y su equilibrio visual. Barlowe es y será un el rey
tras la bestia, el doctor Frankenstein del diseño conceptual, capaz de dar vida
a todo lo que nunca lo estuvo.
Redactora: Yaiza Konig / Miguel Martín González
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