1.2.16

Wayne Barlowe



Considero que una faceta importante para lo que debe ser un “creador”, o a fin de cuentas, un “ilustrador” es la estética y la atmósfera adherente a un estilo. Conseguir formas bonitas, exóticas o atractivas puede ser un trabajo arduo que requiera de imaginación y dedicación, pero el saber complementar increíbles diseños en portentosas escenas es ya algo digno de algunos maestros de lo intradiegético. Uno de ellos es Wayne Barlowe.
Me encontré con su obra casi sin querer, en alguna presentación que forma ya parte de la historia del tiempo. Lo único recuerdo que me sobreviene es el de sobrecogimiento cuando ante mí se mostraron las preciosísimas páginas de una de las obras más conocidas del autor; Barlowe´s Inferno. Esta es una representación de la vida en los 9 anillos del infierno dantesco, una revisión de lo que serían los pecados originales y de las horripilantemente majestuosas criaturas que moran el

mundo.


Los hijos de Barlowe son seres rotos. No es solo que en cuanto a lo estético se muestren casi como reliquias, sino que inclusive a un nivel metafórico las monstruosidades representan los miedos más acérrimos del autor. Con unos planos cinematográficos presenta a sus personajes casi como si fueran el villano de alguna historia, cada criatura parece ser más importante que la anterior y en algunas ocasiones la escenografía acompaña a las figuras, representando imágenes Caravaggistas, de tintes oscuros y con un coloreado en digital que transmiten una oclusión única. Cuando leía ensimismado a través de las páginas de Barlowe´s Inferno descendía hacia lo más profundo de la mente del ilustrador. A cada etapa los diseños se hacían más orgánicos y mal salvajes, como un pecado más puro, de esos que desollan la piel y exponen el instinto más salvaje del ser humano.


Algunos personajes resultan ser terriblemente viscerales, pero se respira alrededor de ellos un culto y una pasión que te hacen darte cuenta de lo tremendamente poderosos que son, seres más allá de la compresión y tan antiguos como el tiempo mismo. No es de extrañar que en su base Barlow tenga mucho de H. P. Lovecraft, al final el terror cósmico es la herramienta más efectiva a la que recurrir a la hora de crear figuras que escapen de la comprensión.
Pero Barlowe no solo bebe del autor del Necronomicon a la hora de crear su imaginario, pues también rinde culto en sus dibujos a la tragedia griega, a los dioses mitológico y a los colosos que rigen bajo las montañas del mundo. Es un autor de una increíble destreza visual y una técnica envidiable con el grafito. Controla el pulso como solo el sabe y logra al final, crear arte y expresión con sus diseños, metáforas en forma de seres de las profundidades más insólitas o los mundos más lejanos que uno se pueda imaginar. Y al final, eso es lo que cuenta, el poder de transmitir, de beber de lo clásico, de las historias arraigadas en el pensamiento colectivo y deformarlas hasta que no puedas dejar de admirar sus formas, sus sombras, sus vicisitudes metafóricas y su equilibrio visual. Barlowe es y será un el rey tras la bestia, el doctor Frankenstein del diseño conceptual, capaz de dar vida a todo lo que nunca lo estuvo.




Redactora: Yaiza Konig / Miguel Martín González

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